LAS CAMPANAS DE SAN JUAN
BORRANDO TRADICIONES Y TEXTOS VENERABLES
“ En los días festivos, cuando el sol entra en el último cuarto de su carrera, y las gentes de la urbe dejan, solitarias rúas y viviendas para congregarse en los paseos a lucir sus galas y dar descanso al cuerpo y al espíritu durante la semana fatigados, gústanos recorrer aquellas, en que, silenciosas, parécenos oír el eco de cuentos, leyendas y consejas de pasadas edades.
Ayer, un ayer lejano, después de haber subido por Jerusalén y la Atalaya bajamos por la puerta de la Peña, y al llegar a la iglesia de San Martín, unos ayes de dolor unas quejas lastimeras hirieron nuestros oídos, haciendo detener nuestros pasos.
Miramos en torno; miramos a lo alto y ningún humano vimos que pudiera lanzar tales quejas.
— ¿No habéis oído? — dijimos a una viejecita simpática que subía por la calle de María Virlares (hoy Brillares) —. ¿No habéis oído, simpática viejecita, que sin duda vais a San Miguel en busca de perdón y salvación de vuestra alma?; ¿no habéis oido —volvemos a decir— esos ayes de dolor que oímos nosotros?
—Sí.
—- ¿De dónde parten?
—- De allí— dice señalando la iglesia de San Martin.
—- Pero…..si allí no hay nadie…
—No; sólo están las campanas.
—-¿…..?
—Oiga usted, señor, esta copla que “anda”’ por aquí. Y a seguido nos dice esta letrilla de una misteriosa canción:
Las campanas de San Juan,
desde que están en San Martín,
no cesan de decir dan-din,
siempre repiten din-dan.
Y diz que así siempre estarán
repitiéndolo hasta el fin:
que nos quiten de San Martín
y nos vuelvan a San Juan
Sorprendidos, le preguntamos qué significaban esas misteriosas coplas, y nos informó de que, hace algunos días, las campanas de la parroquia de San Juan, que estuvieron desde hace varios siglos en una espadaña de una casa de la calle que lleva su nombre, fueron trasladadas a la iglesia de San Martín, y desde entonces, durante el día, y más en el silencio de la noche, se oyen unos ayes lastimeros que se ha averiguado proceden de las campanas, y que la gente ha traducido ya lo que con su din-dan quieren decir.
Dejamos a la viejecita informadora, y pensando en el motivo que pudiera haber en esta determinación, caminamos hasta encontrarnos, momentos después, frente la espadaña en que aquéllas estaban. ¡Qué triste impresión nos produjo aquella casa, sola, sin las campanas que durante tantos siglos fueron sus compañeras! ¡Qué aspecto de “calavera”, con sus órbitas vacías, tiene aquella espadaña en que estaban las campañas! ¡Qué pensamientos inspirarían al visitante aquellas campanas en aquel sitio colocadas! ¡Qué recuerdos evocarían a los conocedores de Compostela aquellas campanas! ¡Qué sublimes pensamientos inspiraría aquel bello conjunto, campanas, casa, espadaña, calle breve y tortuosa de casas centenarias! ¿Por qué borrar estos bellos cuadros de historia y de color?
Creímos que podíamos descansar en nuestra vigilancia por la conservación de cuanto arcaico, venerado y respetable existe en Compostela; pero no es así.
Volveremos a la palestra, y con todo el respeto merecido y debido, preguntaremos a quien nos pueda responder: ¿por qué se han trasladado esas campanas de donde tantos siglos estuvieron?; ¿es tan justificado el motivo, que no sea posible devolverlas a su sitio primitivo?.
Si se le van quitando detalles como éste, que parece insignificante, a la vieja Compostela, pronto quedará como una villa cualquiera de la presente centuria.”